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II.- Como te decía, me casé antes de darme cuenta...

II.- Como te decía, me casé antes de darme cuenta...

Como te decía, me casé antes de saber que mi destino podía decidirlo yo. Es más, en aquel entonces, ni siquiera pensaba en el futuro. Si hasta el hoy y el ayer se me revolvían.

Cuando digo esto, tengo que recordar a mi papá y la forma en que me reprimía. No me dejaba escoger ni los zapatos que me iba a poner. Mucho menos me pidió mi opinión para sacarme de la escuela. Decidió que no estudiaría más y punto. Menos mal que mi sumisión acabó cuando me enamoré, si no, hubiera terminado casada con alguien de su elección. Aunque lo más probable es que hubiera hecho de mí una solterona para tenerme siempre bajo control.

Ya enamorada; muy liberada y valiente me sentí para contradecir sus deseos y defendí mi amor, en contra de todos sus argumentos. Cuando por fin accedió, aunque de mala gana, a bendecir mi matrimonio, las cosas se dieron de tal manera, que cuando mi suegra que era viuda, fue con su hijo mayor y el que hoy es mi esposo, a cumplir con la debida petición de mano, no los recibió.
Fue entonces que tomé mi primera decisión importante. Les anuncié que ellos habían cumplido con su obligación y que no era necesario volver a pedirme. Fue grande mi atrevimiento, y aunque pude imaginar una mayor oposición; por razones que todavía sigo sin entender, mi padre no insistió en que esa formalidad se cumpliera. Así que vine a encontrarme casada casi sin darme cuenta. Fue al regreso del viaje de bodas, cuando empecé, realmente, a pensar por mí misma.

Casi me privo, al darme cuenta de que a partir de ese momento, si quería comer, tenía que procurarme el alimento apoyando a mi marido. Y no es que no hubiera trabajado antes. lo que pasa es que nunca tuve responsabilidades monetarias. Ni siquiera se me permitía gastar mi sueldo. Según mi padre, no quería que creyera que porque ganaba, me mandaba sola.

¿Sería su actitud la que me llevó a casarme contra viento y marea? Conocía bien las cualidades y limitaciones de mi compañero, nunca me engañó ni me engañé. Así que, en un acuerdo sin palabras —desde entonces— adquirí junto con el matrimonio, el compromiso de afrontar decisiones en el hogar.

Tuve conciencia de eso cuando los ajetreos de la boda quedaron atrás y la realidad me alcanzó.

Un poco tarde ¿no crees?

Tenía veintitrés años.

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