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VIII.- El ha vuelto a cantar mientras trabaja en su cocina de juguete

VIII.- El ha vuelto a cantar mientras trabaja en su cocina de juguete

Graciela se acurruca en las almohadas, mientras sigue escribiendo:

El cierre de nuestro negocio trastornó la vida de mi marido, más que la mía. En los primeros meses llegué a temer que se enfermara, bendito sea Dios, que ahora se ha puesto en sus manos y se ha serenado. Llegó a decirme que ya no está triste y esto me consuela.

Es curioso pensar cómo la preocupación de todos, es por él, por su salud y por su estado de ánimo. Se preocupan mis hijos, se preocupan mis amigas y todos los que nos conocen. Todas las atenciones se vuelcan hacia él, y yo, que siempre me sentí incapaz para atender el lado práctico de la vida, tuve que hacerlo mientras él se reponía. Aunque debo reconocer que su poder de adaptación es enorme.

Ha vuelto a cantar mientras trabaja en su cocina de juguete. Se que le encanta cocinar para nosotros, pero qué cambio para él, esa cocinita después de haber manejado un gran restaurante y de haber tenido un horario de más de doce horas al día. A esto me refería cuándo escribí acerca de su humildad; para él no hay trabajo pequeño o indigno y para ser feliz sólo necesita ocuparse de algo. ¿Y yo, en qué baso mi felicidad? En su presencia. Puedo responderme sin dudas.

Pero si es así; hoy que lo tengo más tiempo para mí debo inventar actividades juntos, pero, eso si, también reservarme el espacio que hasta ahora no me había concedido.

Tuve sueños pequeños;

voy a cumplirlos.

No todos los sueños tienen que ser grandes.

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