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EntreCaracoles

IX.- El regalo de Nora en su fugaz y única aparición. Nora es la de la amplia sonrisa

IX.- El regalo de Nora en su fugaz y única aparición. Nora es la de la amplia sonrisa

Esto de los sueños me trae a la memoria la imagen de Nora. Es importante conocer una Nora en algún momento de la vida. Todos deberían encontrar una. Puede decirse que ha trascendido calendarios.

Vive como si no pesaran sobre ella los números, no diré su edad, pero tiene la suficiente para llamarme "mihijita", o tal vez para ser mi hermana mayor. En realidad su edad no se revela, es Nora la que se rebela a la edad. Está estudiando piano y nos da un concierto con la primera pieza clásica que aprende. Practica yoga y meditación cada mañana, se da tiempo para tomar clases de francés y de baile. Toma clases de tenis. Se cae por correr en la calle. Ha caminado la Ruta de Santiago y vivido en Nepal, pero sobre todas las cosas sabe reír.

Me escuchó hablar de mi deseo nunca atendido de pintar. También de mi resignación por la falta de aptitudes, tal vez por eso, poco después de conocernos, me invitó a visitarla en su casa. Al llegar me mostró dos mesitas largas, cada una con pinceles de diferentes cortes y texturas, acuarelas, un recipiente con agua y papel especial y me señaló una — ¿Quieres pintar, hijita? Pues pinta—.

Las dos nos sentamos. Excuso decirles que las manos me sudaban de los nervios por no saber siquiera como empezar, ni qué pintar.

Ante semejante equipo, asumí que Nora era una experta y sentí timidez por mi inexperiencia. Después de mucho pensarlo decidí hacer una flor de loto que puedes imaginarte, descalifiqué por anticipado.

Al concluir, como una niña me quedé esperando a que Nora terminara. Entonces, me preguntó:
—¿Quieres ver lo que pinté?—. Por supuesto que quería y se lo hice saber.
Mi cara es transparente, lo sé. Mi sorpresa plasmó palabras en mi rostro, ni duda cabe, porque ella, lanzando una alegre carcajada, exclamó:

—¿Qué? ¿Creíste que sabía pintar?— Apenada respondí que sí. —

Entonces ella me dijo: — Pues, no, a mi nadie me ha dicho que todo lo que haga lo tengo que hacer bien.—

Una lección de vida en pocas palabras. Y lo mejor, Nora ni siquiera pareció dar importancia a su regalo. Lo dio sin aspavientos.

Así que ahora me digo, aunque nadie aplauda mi pintura ¿Por qué voy a abstenerme del placer de pintar? ¿Quién me dijo que todo lo que yo haga lo tengo que hacer bien?
Díganme si no, ¿qué me impide aprender a tocar la guitarra, estudiar francés, o tomar clases de pintura? Nada. Sólo el miedo de no hacerlo bien y he preferido escudarme en esta historia, la de estar voluntariamente atada a un ancla, para no volar lejos de mi hogar.

La única verdad es que he tenido miedo de vivir.

No sabía o no quería saber que para vivir, es indispensable

levantarse y hacer.

1 comentario

césar mayoral chávez -

Habiendo leído este libro de poesía en prosa, de relatos propios que esconden la historia personal de la autora; sin un final-final porque la historia sigue... Me impresiona mucho encontrar las fotos de personas y lugares que participan de la historia en el blog y me aclara mucho del enigma del ¿qué fui o, quién soy yo? Como podría comenzar la historia personal de otro. Encantado de imágenes, aterradoras algunas, nobles y bondadosas las más, acabé de leer con gusto y placer Entre Caracoles. Un abrazo y que los frutos como estos sigan cosechándose, si no, ¿para qué estamos?